✅ HALLOWEEN — TUS LIBROS DE GRAMÁTICA FUERON HECHIZADOS 【PARTE 2】

Desesperadas, Linnéa y Rebecca, dos alumnas de español, luchan por descubrir quién es el temible demonio asesino de niños.



- Photo: Creative Commons: EnriqueLopezGarre at pixabay dot com + GrammrOff: XtraKick dot org [illustration]

TUS LIBROS DE GRAMÁTICA HAN SIDO HECHIZADOS - SEGUNDA PARTE


Escrito por Benjamín Madeira

Los malvados libros de gramática habían desaparecido, los que habían provocado que las aterradoras criaturas aparecieran en su casa por la noche.

Rebecca y Linnéa pronto se olvidaron de los libros de gramática que habían regalado. Se sentaron en clase, disfrutando de sus estudios.

Por fin sonó la campana. Los alumnos empacaron sus libros escolares.

Linnéa miró a Emma, su maestra; ella los estaba mirando.

—¿Está usted bien? —le preguntó Linnéa a su profesora.

Entonces su maestra se espabiló y se puso de pie.

—Sí, gracias por preguntar. ¿Qué pasó con sus libros de texto?

—Oh, decidimos tirarlos. Es mucho mejor aprender prestando atención en clase y practicando que memorizando un montón de tiempos verbales —explicó Rebecca.

—Vale, pero no se olviden de hacer su tarea para mañana.

Al salir, la profesora les entregó unos folios. Las niñas los metieron en sus mochilas escolares.





A Linnéa le encantaba bañarse en la nueva bañera de su casa, mientras que a Rebecca le gustaba mucho ducharse. El cuarto baño tenía una ducha separada y una bañera enorme.

Era casi hora de acostarse, así que se asearon.

Linnéa había esparcido un poco de polvo de baño en la bañera. Se volvió para agarrar una toalla del armario de la ropa blanca.

—¡Rebecca! —gritó Linnéa con todas sus fuerzas.

—¿Qué pasa? —Rebecca miró frenéticamente a su alrededor.

—¡En la bañera!

Rebecca se volvió y miró. En ese momento la luz del baño se apagó.

Rebecca alcanzó a ver en el agua a una mujer con la cara retorcida. Había algo debajo de aquella mujer.

Linnéa corrió hacia el interruptor de la luz y lo golpeó con fuerza. Las luces volvieron a encenderse.

—¡¿Qué demonios?! —gritó Rebecca—. ¡Pensé que habíamos purgado nuestra casa de las ánimas!

—Yo pensaba lo mismo —exclamó Linnéa.

Linnéa corrió hacia la bañera y jaló el tapón y dijo:

—Voy a darme una ducha esta noche.

—Volvimos a poner esos libros de gramática española en el sótano de la escuela, ¿verdad?

Rebecca asintió.

—Lo hicimos. ¿Sabes qué significa todo esto, verdad?

Linnéa la miró expectante.

—Significa que alguien nos está persiguiendo.

Rebecca tenía una expresión de suficiencia en su rostro.

Linnéa frunció el ceño preocupada.

—¡No veo nada bueno en todo esto! ¡Alguien nos persigue!

—Lo sé —estuvo de acuerdo Rebecca.





Esa noche estaban acostadas en la cama, completamente despiertas. Siguieron escuchando sonidos provenientes del baño, al otro lado del pasillo.

Su mamá no escuchó nada, debido a los sonidos de los podcasts provenientes de su habitación.

Las niñas tenían la puerta cerrada con llave e incluso colocaron una silla frente a ella.

—No importa qué, no entraremos ahí —aseguró Linnéa.

—¡Nooo! —se quejó Rebecca—. Tienes razón, pero ahora NECESITO ir al baño.

—Haz tus necesidades en ese cuenco que dejaste en el escritorio —rió Linnéa.

Las chicas finalmente se quedaron dormidas. Al día siguiente se prepararon para ir a la escuela.

—Dime una cosa, Rebecca, ¿me llenaste la bañera? —preguntó Linnéa, levantando una ceja.

—No, ¿por qué?

—Porque mira, está llena.

Rebecca sonrió.

—Mamá te la debe de haber llenado. Ya sabes que no podemos ocultarle nada.

Linnéa dejó caer su bata.

—Si ese fuera el caso, sabría que nuestra casa está hechizada.

Linnéa se metió en la bañera. El agua estaba un poco tibia.

—No está mal.

Rebecca volvió a su habitación para vestirse.

Los músculos de Linnéa se estaban relajando en la bañera cuando se apagaron las luces.

Escuchó unas carcajadas detrás de ella.

Entonces, algo la empujó hacia atrás. Linnéa aterrizó de espaldas en el agua. En otras ocasiones, accidentalmente, le había ocurrido eso, pero esta vez sintió un bulto pesadísimo sobre ella.





Linnéa sintió que se hundía en el fondo de la bañera. Sus manos se aferraron a los lados del utensilio, tratando de incorporarse.

Luchó para incorporarse. Pronto se quedaría sin aire. Unas burbujas salieron de su boca.

Se moría por respirar de nuevo, pero si lo hacía, se ahogaría.

Luego, sintió que la liberaban; el agua se escurrió.

—¿Qué estás haciendo? —gritó Rebecca—. ¡Es casi hora de que nos vayamos a la escuela!

—¡Algo me estaba reteniendo ahí abajo!

—Te estás volviendo loca —apuntó Rebecca.

Linnéa se preparó tristemente para ir a la escuela. Ahora incluso su hermana negaba lo que estaba sucediendo.

Cuando Linnéa estaba poniendo la tarea escolar en su mochila, el último folio salió volando y cayó justo a su lado. Ella se detuvo de golpe. Sacó las páginas que les había dado su maestra.

—Tablas de conjugación —se susurró a sí misma—. Pero eran los libros los que estaban hechizados.

Miró más de cerca las fotocopias de las tablas de conjugación de gramática española que su profesora les había dado la tarde anterior.

Estos eran tiempos verbales más avanzados. Se habían deshecho de esos terribles libros de gramática española que habían estado hechizados.

—¿Qué estás haciendo? —inquirió Rebecca.

—Mira estos —respondió Linnéa.

Rebecca miró las páginas y se encogió de hombros.

—No, aquí abajo. Hay algo escrito aquí, con letra roja. Pero es demasiado pequeño para leer.

—Bueno, usa el microscopio que papá nos compró la Navidad pasada. Pero ahora ya estamos atrasadas.

Linnéa dejó las páginas sobre el escritorio.







Durante su clase de español, su maestra parecía estar actuando de manera extraña. Tenía ojeras oscuras. Su lápiz labial estaba manchado y su cabello estaba desordenado. Llevaba la misma ropa que el día anterior.

—¿Estudiaron sus tablas de conjugación? —preguntó la profesora a la clase.

Todos dijeron que sí, pero su maestra lo dudaba. Por eso, lo que hicieron el resto del día fue analizar las tablas de conjugación.

Esa noche, Rebecca echó un vistazo a las páginas que Emma les había dado. Sólo una página tenía esa misteriosa escritura roja.

Lo miró con el microscopio.

—¿Qué dice? —preguntó Linnéa.

—Cuando todos los críos hayan fallecido, me alzaré.

—Cuando todos los niños hayan muerto, me levantaré —parafraseó su hermana.

—Es extraño —dijo Rebecca—. Esto tiene que ver con nosotras.

—Quizás todo esto sea una coincidencia —señaló Linnéa—. Unas pesadillas.

Rebecca negó con la cabeza.

—No, algo serio está pasando. Necesitamos resolver esto; de lo contrario, podríamos terminar muertas.

—Dime algo, ¿no existe una leyenda folclórica en el mundo hispanohablante sobre una mujer robaniños?

—No lo sé. Estoy tratando de ponerme al día con mis estudios y mantenernos a salvo.

Rebecca tomó todas las páginas y las colocó en una olla.

—¿Que es eso? —preguntó Linnéa.

Rebecca sacó un cerillo de una cajita y prendió fuego a las páginas.

Más tarde esa noche, estaban acostadas en la cama, una vez más, sin querer pegar el ojo.

Luego, volvieron a escuchar las carcajadas.

—Maravilloso, no sirvió de nada quemar las páginas —soltó Rebecca.

Linnéa se rió.

—Pensé que estabas negando lo que estaba ocurriendo.

—No, sólo estoy intentando encontrar una explicación lógica.

En ese momento Rebecca sacó su computadora.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Linnéa.

—Estoy tratando de encontrar esa leyenda. Oh —exclamó Rebecca—. Cuando leíste esa frase al final de la hoja fue una horrible idea.

Entonces, la poca luz de la luna que iluminaba su habitación desapareció. Ambas sintieron una ráfaga de lluvia helada que las golpeó.

—Metámonos debajo de las camas —ordenó Rebecca.

—¿Qué esta pasando? —musitó Linnéa.

—¡He encontrado la leyenda folclórica! Es LA LLORONA.

—¿En serio? ¿Tan cierto como el coronavirus?

Rebecca se rió a pesar de estar acostada en un charco de agua.

—Podría estar relacionado. Pero de todos modos, necesitamos revertir el hechizo.

—¿Revertirlo?

—Sí, date prisa, antes de que nos ahoguemos.

Las chicas tuvieron que salir de debajo de la cama a toda prisa.

Linnéa se rompía la cabeza en busca de la solución en lo que había leído antes.





—¡Ya, lo tengo! —exclamó Linnéa—. Ératnavel em, otreum nayah soñin sol sodot odnauc.

Entonces, el aguacero cesó. En seguida el agua del suelo se redujo a nada. Incluso sus camisones se secaron en segundos.

—¡Uf! Nos salvamos por los pelos —dijo Rebecca.

Las chicas volvieron a meterse en la cama.

—Sale vale, esta es la segunda ronda. ¿Por qué nos estarán atacando? —preguntó Linnéa.

—Bueno, supongo que una mujer nos está persiguiendo por alguna razón —Rebecca volvió a mirar su computadora. Al menos todavía funcionaba.

—¿Pero por qué? —preguntó Linnéa al aire—. Si morimos, ¿se levantarán?

—Sí, eso creo.

—Estoy tan cansada. Despiértame si lo resuelves —Linnéa se quedó dormida en un abrir y cerrar de ojos.

Al día siguiente volvieron a la escuela.

—No es casualidad que el hechizo estuviera en las sábanas que nos dio nuestra maestra —le susurró Rebecca a Linnéa.

—¿Pero por qué querría ella hacernos daño? —Linnéa le susurró de vuelta.

Sonó la campana de la escuela. Las clases habían terminado por hoy.

—Vamos a indagar —Rebecca se acercó a su profesora.

Se veía incluso peor de lo habitual.

—Emma, ¿está usted siendo perseguida por un demonio? —la interrogó Rebecca.

Linnéa hizo una mueca. Con suerte, este era el plan perfecto.

—¿Un demonio? —preguntó su maestra.

Entonces, Rebecca sacó algo de su bolsillo y lo encendió.

—Vete a casa, demonio, Llorona. Tus hijos no están aquí. Tu vida no pertenece aquí.

Entonces, el humo de salvia golpeó a Emma.

—¡Ahhhh! —gritó su profesora.

Preocupada, Linnéa miró a su alrededor. ¡Podrían arrestarlas por esto!

Vieron cómo el humo de salvia envolvía a Emma, su maestra. Entonces, vieron una criatura oscura que emergía de su cuerpo. Unos segundos más tarde, se la tragó el suelo.

Emma se derrumbó sobre el escritorio.

La salvia estaba toda quemada.

—¡Emma! —gritó Rebecca.

Su profesora levantó la cabeza. Parecía mucho mejor.

—¿Está usted bien? —preguntó Linnéa.

Su maestra asintió.

—Sí, de hecho, mejor de lo que me he sentido durante todo el mes. ¿Que es eso? Huele bien.

Rebecca y Linnéa quemaron salvia con regularidad en su casa, pero nunca más volvieron a ver al temible demonio asesino de niños.




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