Dos alumnas de español reciben en su casa la visita inesperada de unas criaturas espeluznantes.
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TUS LIBROS DE GRAMÁTICA HAN SIDO HECHIZADOS - PRIMERA PARTE
Escrito por Benjamín Madeira
Linnéa desempolvó su libro de gramática española.
—Es lo que sucede durante una pandemia. Reutilizar, reciclar los libros viejos —dijo Rebecca, su hermana adolescente.
—Vaya, estos libros son geniales —Linnéa empezó a hojear las páginas.
—¿Qué tenemos aquí? —Rebecca abrió su libro para echar un vistazo—. Veamos. Tablas de gramática y conjugación en español! Justo a nuestro nivel. Hemos aprendido ya el tiempo presente del indicativo, los verbos regulares e irregulares, ahora los adjetivos que deben concordar con los sustantivos.
—Lo bueno es que el español es uno de los idiomas más fáciles de aprender. ¡Mira, con estas tablas de conjugación pronto hablaremos español mejor que Emma, nuestra maestra!
Las adolescentes se sumergieron en sus estudios hasta la hora de la cena. Después de la comida, miraron una película en español con subtítulos en inglés sobre unos traficantes de drogas. Entonces, su mamá dijo que era hora de acostarse.
Linnéa siempre se quedaba profundamente dormida, mientras que Rebecca permanecía despierta una hora más o menos, contando ovejas. Se daba vueltas y vueltas por un buen rato.
En eso, escuchó unos arañazos provenientes del pasillo. Quizás su hermano mayor se había levantado para ir al baño. Metió la cabeza debajo de la almohada.
Pero aun así, los sonidos continuaron.
No aguantó más y se levantó de la cama para indagar.
—Ejém, Rebecca —gritó Linnéa desde el otro extremo del pasillo—. ¿QUÉ son ellos?
Rebecca miró a ambos lados del pasillo. A la luz de la luna pudo ver que unos fantasmas flotaban en el aire, unos duendes acurrucados cerca de los conductos de aire y unas brujas sentadas en la pequeña mesa, cerca de la ventana.
—¿Ya es Halloween?
—Aya vaya, les dije que se fueran, pero no hacen caso —Linnéa se quedó paralizada allí y puso mala cara.
Luego, se encendió la luz del pasillo.
—¿Que está ocurriendo? —preguntó su mamá.
Las chicas miraron a su alrededor, pero las criaturas se habían esfumado.
—Creo que somos sonámbulas y ya.
Todos volvieron a acostarse.
A Linnéa le parecía gracioso que las criaturas llegaran a visitarles cada noche, pero Rebecca no opinaba lo mismo. Estaban quedándose sin muchas horas de sueño cada noche.
Por fin llegó el fin de semana y ambas estaban a punto de perder la paciencia.
—Deberíamos enviarle a papá una notificación por Snapchat —propuso Linnéa, susurrando a su hermana.
Rebecca negó con la cabeza.
—¿En serio? ¿Quieres que usemos Snapchat para esto? Nos encerrarán o, peor aún, nos harán beber ese horrible aceite verde de pescado.
—¿Por qué estarán estas criaturas aquí? —preguntó Linnéa retóricamente.
Rebecca frunció el ceño.
—Podemos resolver esto nosotras mismas, al igual que aquella vez que Kristina te estaba intimidando y descubrimos que su vecino había asesinado su gato.
—Sí, ahora Kristina cuida bien al gato que le regalamos. Bien, ¿cómo empezamos?
—Bueno, tengo un plan. Pero me acabo de dar cuenta de que estas espeluznantes criaturas comenzaron a visitarnos el mismo día que trajimos a casa nuestros libros de gramática española.
El rostro de Linnéa se iluminó.
—¡Tienes razón! Pero, ¿cómo nos deshacemos de ellos?
Rebecca negó con la cabeza.
—Preguntémosles a las criaturas esta noche. Realmente no lo sé.
Las dos hermanas se acostaron temprano esa noche. Se las arreglaron para dormir unas horas antes de que las criaturas del pasillo comenzaran con su tonta actuación.
Cada noche parecían volverse más y más ruidosas, afortunadamente su mamá nunca escuchó nada. Sin embargo, su madre había comentado sobre el estado del pasillo, diciéndoles que dejaran de jugar al balonmano y al tenis allí, ya que las paredes se estaban rayando.
Ahora ambas hermanas estaban despiertas como nunca antes.
Abrieron lentamente la puerta y miraron hacia afuera. En ese momento hubo un fuerte estruendo.
—¡Fu! Están rompiendo unas cosas —dijo Linnéa.
—Lo que nos faltaba. Nos echarán la culpa por todo esto —Rebecca vio cómo un fantasma flotaba cerca del techo. Pero eso no era todo. A medida que descendía por las superficies, éstas se volvían oscuras y se manchaban. Rebecca había intentado limpiar las paredes la noche anterior.
Debían de haber sido las brujas que estaban cerca de la ventana las que habían roto el jarrón. El goblin estaba clavado en la pared, tratando de abrirse camino hacia el exterior. En las paredes iban apareciendo grietas.
—Sólo es cuestión de tiempo antes de que mamá se dé cuenta —susurró Linnéa.
—¡Hola bola! —dijo Rebecca, apareciendo con valentía en el pasillo—. ¿Qué diablos quieren ustedes criaturas espeluznantes?
La bruja se rió.
—Queremos que nos devuelvan nuestros libros, los que ustedes se robaron en la escuela.
—¿Cómo? —preguntó Linnéa.
—Bueno, a menos que prefieran que nos quedemos aquí y hechicemos su casa —amenazó la segunda bruja.
—Esto tiene que ver con los libros de gramática española —dijo Rebecca, feliz, y llevó a su hermana de regreso a su habitación.
Al día siguiente estaban en la escuela.
—¿Estas segura de esto? —preguntó Linnéa.
Rebecca asintió.
—Volveremos a poner los libros en el sótano.
Mientras caminaban a casa, Linnéa parecía perpleja.
—Entonces, ¿cómo dominamos el español?
—Naturalmente —dijo Rebecca sin parpadear.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Linnéa, aún perpleja.
—¡Adquirido naturalmente! —dijo Rebecca con decisión.
Entonces Linnéa recordó lo que su papá les había dicho sobre la adquisición de los idiomas.
Rebecca continuó.
—Podemos pedirle ayuda a nuestra maestra. Los vecinos hablan español; podemos leer libros en español y mirar más películas en español. No analizaremos su gramática, sino que lo practicaremos.
—Yes! —respondió su hermana.
—Si no lo sabías, ahora lo sabes —bromeó Rebecca, sonriendo.
Las criaturas todavía llegaron a su casa esa noche, pero una de las brujas ya se había ido.
Al día siguiente, las niñas intentaron hablar español todo el día. Continuaron practicando una y otra vez.
Lentamente, aprendieron español, pero a un ritmo sorprendentemente más veloz que los adolescentes de su clase que estaban aprendiendo con los libros de texto.
—Esas tablas de conjugación son inútiles de todos modos —dijo Linnéa.
—Lo sé. ¿Los angloparlantes aprenden inglés de esa manera? ¡No! —informó Rebecca.
Las adolescentes se fueron a casa y se acostaron.
No fue hasta que se despertaron a la mañana siguiente que se dieron cuenta de que todas las criaturas de la casa se habían ido.
Incluso se quedaron despiertas hasta tarde esa noche, con la esperanza de verlas por ahí, pero las criaturas no volvieron.
O eso pensaban las niñas...
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